La Amada “Llama de la Resurrección y la Vida” recorre toda la naturaleza cada primavera, y cuando termina su actividad en el hemisferio norte, comienza en el hemisferio sur; nunca descansa, jamás se detiene, es constante.
La Amada “Llama de la Resurrección y la Vida” es la que mueve a la acción dinámica, la vida dormida dentro un bulbo, de cualquier semilla, rama seca o persona desesperanzada.
La Amada “Llama de la Resurrección y la Vida” es la que causa que aquello que parece haber estado muerta, retorne de nuevo a la Vida de forma Victoriosa, Vibrante y Bella.
Lo que la Amada “Llama de la Resurrección y la Vida” hace por el Reino de la Naturaleza, también lo puede hacer por nosotros, cuando cooperamos con ella poniendo nuestra atención y sentimiento en la Vida, reconociendo que solo entusiasmo, deseos de vivir y realizar cosas constructivas deben reinar en nuestras mentes y sentimientos.
Cada primavera y amanecer sucede de forma natural, pareciera que se produce sin esfuerzo, ya que el Reino Elemental es absolutamente obediente a la Presencia y a los comandos de la “Llama de la Resurrección y la Vida”; por eso experimenta la plenitud de su victoria. En el caso de los seres humanos es diferente, ya que la renuencia a cooperar de esta manera, debida al uso del libre albedrío, la duda, la desobediencia, la terquedad, el negativismo, el orgullo de la personalidad, a menudo se interpone en el camino e impide recibir las bendiciones de estas Sagrada Llama, que, de otra manera, fluiría libremente produciendo curaciones, la recuperación de órganos dañados y hasta la resurrección después de la llamada muerte.
Las mismas corrientes energéticas con que el Espíritu Santo Cósmico capacitó a la naturaleza para ser penetrada por las energías espirituales de la Resurrección y la Vida, y que fluyen a través de la Tierra, resucitando al Reino de la Naturaleza durante la primavera, están igualmente disponibles para todo ser humano de Buena Voluntad que desee hacer lo que expone la Madre María en la oración del “Magníficat”: que su alma MAGNIGIQUE AL SEÑOR.
Extraído del Libro “RESURRECCIÓN”, de Rubén Cedeño.
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