Antes de que la personalidad sea capaz de comprender y recordar, debe estar unida con el “Hablante Silencioso”, así como el principio la forma que se modela de arcilla, está unida a la mente del alfarero. Porque entonces el Alma oirá, recordará y entonces hablará al oído interior “LA VOZ DEL SILENCIO”, y dirá: Si tu personalidad sonríe mientras se baña en la luz del sol de tu vida; si canta tu alma dentro de su crisálida de carne y materia; si llora en su castillo de ilusiones; si pugna por romper el hilo argentino que la une al MAESTRO, date cuenta, oh discípulo, que tu alma es de la tierra.
Cuando tu alma en capullo presta oído al bullicio del mundo; cuando responde a la rugiente voz de la “gran ilusión”; cuando temerosa a la vista de las ardientes lágrimas de dolor, y ensordecida por los gritos de desolación, se refugia tu alma, a manera de cautelosa tortuga, dentro del caparazón de la personalidad, date cuenta, discípulo, que tu alma es un altar indigno de su “Dios Silencioso”.
Cuando ya más fortalecida, tu alma se desliza de su seguro refugio, y arrancándose del tabernáculo protector, extiende su hilo de plata y se lanza adelante; cuando al contemplar su imagen en las olas del Espacio, murmura: “Este Soy yo”, declara, discípulo, que tu personalidad está presa en las redes de la ilusión.
Extraído del Libro “LA VOZ DEL SILENCIO”, de Helena Petrovna Blavatsky.
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