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AMOR

El Tibetano

 

Amar como lo hacen los Grandes Seres, con un amor puro que no exige recompensa; con amor impersonal que se regocija cuando hay respuesta pero no la espera, y ama constante, silenciosa y profundamente, a través de las aparentes divergencias, con la seguridad de que, cuando todos hayan encontrado el camino hacia el hogar, comprenderán que ese hogar es el lugar de unificación.

 

Prepararse para la soledad. Cuando el estudiante se desliga de todo lo que concierne a sus Cuerpos Físico, Astral y Mental, y se centraliza en el Ego, sobreviene una separación temporaria que debe soportar y trascender, y lo que conduce, posteriormente, a establecer un vínculo más estrecho con todos los que están asociados con él debido al karma contraído en vidas pasadas, al trabajo grupal y a la actividad desplegada por el discípulo.

 

Si no le importa el sufrimiento y el dolor del yo inferior, si le resulta indiferente ser feliz o no, si el único propósito de su vida es servir y salvar al mundo, y si las necesidades del prójimo son, para él, de mayor importancia que las propias, recién entonces el fuego del amor irradia de su ser y el mundo podrá sentirse confortado ante sus pies. Este amor debe ser una manifestación probada y práctica, y no solo una teoría ni simplemente un ideal impracticable y un sentimiento grato, de tal modo que el primer impulso de la vida sea el autosacrificio y la inmolación de la naturaleza inferior.  

 


Extraído del Libro “D. K. MASTER”, de Rubén Cedeño.

Editorial Metafísica.


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