Después de escaparse de Egipto, los judíos comenzaron a celebrar el día de su liberación, al que ahora se le dice “Pascua”. Ese día se activan las energías de la Llama de la Resurrección y la Restauración del Plan de Dios sobre la Tierra. A esa festividad se la llamó “PÉSAJ”, que en hebreo quiere decir “paso” o “PASCUA”.
Ocultamente, “Pascua” significa salir del mal, la opresión, el sufrimiento, el conflicto, la necesidad, la enfermedad, y esa es la bendición que trae este plenilunio de Pascua. Estos son los objetivos que se persiguen con la celebración de este Festival de la Luna Llena.
El Maestro Jesús, consciente del Poder contenido en la Pascua, celebró la “Última Cena” en esa fecha y les dio a entender a sus estudiantes que no matarán a ningún cordero para el perdón de sus pecados, que el Cordero sería Él, como Alma, ya que este principio espiritual es el único que redime, salva, libera; de esta forma, los colocó en la enseñanza correcta al respecto. Cuando comieron el pan, Jesús explicó que ese era su cuerpo –o el del cordero, que en ese momento era Él-, y que el fruto de la vid era su sangre purificadora. Por eso se dice: “Jesús es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”.
Este hecho, junto con la efusión natural de la Pascua, instauró un “moméntum” extra que, desde hace dos mil años, se suma al poder de esta celebración. Para la “Era de Piscis” que recién se iniciaba, la Pascua Judía quedó transformada en la práctica de comulgar con el pan y el fruto de la vid en memoria de Jesús. Esto constituye la Comunión, la unión, el ser uno con todos, la confraternidad. Cuando ce celebra el Festival de Pascua, esta efusión cósmica diluye confrontaciones y conflictos entre las personas.
Fragmentos del Libro “PRINCIPIOS METAFÍSICOS”, de Rubén Cedeño.
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