Hércules es el Elohim del Primer Rayo Azul de la Decisión, que encarna el Entusiasmo y “La Voluntad de Hacer”. Existen Siete Elohim. Hércules fue el primero de Ellos. Como trabaja para el Rayo Azul de la Fuerza, a nadie se le ocurriría que puede laborar con el Rayo Verde de la Curación. Pero fíjense lo que me pasó con Él.
Al llegar a su juventud, Hércules recibió, de ciertos Dioses, unas dotes maravillosas, como instrumentos para su desenvolvimiento y defensa. Pero Él, después de obtener todo esto, se metió en un matorral y salió con un mazo en la mano que había cortado con su propio esfuerzo; esta fue el arma con la que realizó sus trabajos. La mejor arma es la que nosotros desenvolvemos con nuestro esfuerzo, conciencia y tenacidad; no la que recibimos de los demás.
El Poderoso Hércules suele ofrecer este “Sagrado Mazo” solo a sus más fieles devotos, cuando son atacados injustamente, para que se defiendan, se protejan y nada les haga daño; pero ellos no pueden perjudicar ni amenazar a los demás con este “Sagrado Mazo”.
Con este mismo “Sagrado Mazo” el Poderoso Hércules también suele darles vitalidad y fuerza interior a sus estudiantes –introduciéndolo a nivel interno como una columna dentro de la columna vertebral-, en caso de debilidad, enfermedad y falta de ánimo, para que resuciten por la vía del Poder de Dios, cuando los ataques injustos de la vida los hacen desfallecer y los enferman. Igualmente lo introduce en la columna vertebral de algún enfermo para inyectarle vitalidad y tanta energía de salud como le sea necesaria.
Literalmente, me estaba muriendo en una cama en Milán y tenía compromisos ineludibles; había pasado todo el día en las peores condiciones, no había una parte de mí que se sintiera bien. Al siguiente día tenía conferencias, pero debía suspenderlas. En la noche, sin saberlo, entré en una gran somnolencia, algo así como un delirio, pero positivo, y sentí cómo el Amado Hércules me introducía su “Sagrado Mazo” dándome vitalidad. Fíjate, no era que Él sanaba en sí, sino que la vitalidad de su “Mazo” irradiaba dentro de mí una energía tan fuerte que, poco a poco, hacía desaparecer toda enfermedad. Al siguiente día amanecí perfectamente y continué con mis actividades.
Extraído del Libro: “MILAGROS DE CURACIÓN Y OTRAS COSAS”, de Rubén Cedeño.
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