MAGNIFICAR AL SEÑOR

Cuando el amado Jesús era un niño muy pequeño, ya manifestaba esa pureza de espíritu. Él nació con una conciencia naturalmente bella. No tenía karma. No había marca alguna en Su alma, ni una sola imperfección en Sus pensamientos y sentimientos que pudiera contaminar la expresión en Sus pensamientos y sentimientos que pudiera contaminar la expresión perfecta de Su mente, cuerpo o espíritu. Puro y perfecto como era, tenía las facultades de los sentidos más altamente desarrolladas que cualquier otro niño en la tierra. Tenía vista perfecta, oído perfecto, gusto, tacto y olfato perfectos. Además de todo esto, Él tenía una gran intuición y sensibilidad hacia las cosas espirituales. Jesús era como un instrumento hermoso y delicado, capaz de contactar la acción vibratoria, no solamente del mundo físico, sino también de las Altas Esferas. Esta corriente de vida de exquisito desarrollo era naturalmente capaz de involucrarse en el mundo de las apariencias con una fuerza tremenda, por la sola claridad de Sus sentidos, muchísimo más que la densa y apagada conciencia que percibe poco y permanece en lugar de vivir. Al igual que todo hombre y mujer en la Tierra, Jesús tenía el don del libre albedrío, con el que ni siquiera Yo (por Ley Cósmica) podía inmiscuirme a través de la presión de Mi deseo por Su libertad. Fue mi gran privilegio ayudar a esa conciencia a que utilizara esas facultades parar magnificar la Luz de Dios y la perfección del Padre, ante Quien Él había hecho Sus votos para representar a la raza. ¡Piensen en esto por un momento! Jesús no vivió en un "mundo encantado".
Extracto del libro: "Memorias de la Amada María, Madre de Jesús" de la Madre María.
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