El día 8 de Diciembre se celebra la Inmaculada Concepción de María. San Joaquín y Santa Ana, padres de María, la entregaron al sumo sacerdote del Templo para que viviese consagrada como Vestal al servicio del Señor. Al cumplir catorce años, María regresó a su casa sabiendo la misión que le esperaba. El sacerdote del Templo trató de entregarla en custodia a un santo varón, por lo que dijo: “Que todo aquél que no tenga mujer, venga con una vara en la mano”. Todos los varones sin mujer llevaron la vara, y el sacerdote las colocó en el “Sancto sanctórum”. Al devolverlas a sus dueños, sólo la vara de José había florecido, y de ella salió una paloma blanca que ascendió y se perdió en los cielos.
María fue entregada a José, y al irse a vivir con él, se encargó de coser y cuidar el velo del Templo. Un día, estando en su casa de Nazaret, se le apareció el Arcángel Gabriel y le dijo: “Dichosa eres María, porque has preparado al Señor una habitación en tu seno. He aquí que una Luz de Cielo vendrá para morar en ti y por tu medio iluminará a todo el mundo”. María quedó embarazada.
Después de algún tiempo, María y José se trasladaron a Belén para ser empadronados. A la medianoche, en una cueva, nació Jesús. En el momento del alumbramiento, todo se iluminó como si fuese de día.
María, como vestal del Templo consagrada a Dios, se casa con José, que simbólicamente representa al Padre, quien da muestras de pureza al salir de su vara una paloma blanca. La vara es un símbolo oculto de fuerza y poder. El hecho de que una paloma haya salido volando de su vara hasta perderse en los cielos, representa la energía divina ascendiendo al ser humano.
María con el velo del Templo, simboliza la custodia del punto de paso entre la ignorancia y la sabiduría, la naturaleza oculta y develada, el universo manifiesto y el no manifiesto, la personalidad y el Espíritu.
Extraído del Libro “ESPÍRITU DE LA NAVIDAD”, de Rubén Cedeño.
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