La humanidad ha liberado el mal en el mundo acumulativamente, durante millones de años. Pensamientos de odio, actos de crueldad, falsas palabras, acciones sádicas, intenciones egoístas y la forma detestable del egoísmo ambicioso han creado una senda hacia la “puerta donde se halla el mal”.
En realidad, el mal es de dos clases: la tendencia innata al egoísmo y a la separación, inherente a la sustancia de nuestro planeta, de la cual están hechas todas las formas que nuestro Logo Planetario heredó del residuo de un sistema solar anterior. Eso es algo inevitable, y proporciona al género humano la oportunidad necesaria para que los hombres puedan manejarla y controlarla, pues están bien equipadas. Existe en ellos aquello que puede transmutarla y cambiarla, y esto básicamente constituye la “Ciencia de la Redención”.
La humanidad no ha querido esforzarse en esta actividad redentora y, durante miles de años, ha sido controlada por el materialismo; así ha construido un “camino amplio y fácil” que conduce al lugar donde reside otra clase de mal, mal que no es aborigen de nuestro planeta y que los hombres no estaban destinados a enfrentar. Durante incontables eones, la Jerarquía ha permanecido como un escudo, protegiendo a la humanidad. Pero debido al creciente desarrollo mental en que la masa humana repudia a la Jerarquía, a la prostitución de la religión para fines materiales, y a los estrechos dogmas teológicos y mentales, la Jerarquía se ha visto obligada (muy a pesar suyo) a retirar cierta medida de su poder protector (aunque no todo, afortunadamente), para el género humano. El camino hacia la puerta donde se halla el mal quedó despejado y la humanidad abrió ampliamente la puerta.
Extraído del Libro “D. K. MASTER”, de Rubén Cedeño.
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