JESÚS, UN PRÍNCIPE
Jesús, como hijo de Dios, que es el Rey, era un noble miembro de la realeza de Israel, pues pertenecía a la Casa de David `-el Trono de Jesé, Maljut Beit David o Dinastía Davídica-, por parte de San José; y por parte de María, a la casta sacerdotal; pues ella era hija de San Joaquín, Sacerdote del Templo de Salomón, hombre rico y piadoso que donaba bienes a los pobres.
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Jesús era tan noble que, cuando nació, vinieron a visitarlo tres reyes de oriente. Por protocolo, estos soberanos primero fueron a visitar al rey Herodes para preguntarle por el nuevo vástago de la familia real. Si Jesús no hubiera sido noble, Herodes no se hubiere preocupado porque compitiera con él por el trono y no hubiera ordenado la matanza de los inocentes.
Jesús fue criado con pensamientos, sentimientos, palabras y modales de la muy alta nobleza propios de de un príncipe. Él usaba algo único y muy elegante para la época: una túnica de un solo hilo; estudió en los mejores colegios del momento, como los de Heliópolis y de Luxor, en Egipto, algo así como la Sorbona hoy en día; durante los llamados "Años Perdidos", fue educado por los mejores maestros, como Serapis Bey, en Egipto y Maitreya, en India.
Jesús practicaba una costumbre propia de los nobles, que era asistir a grandes convites, los mejores de la época, como las "Bodas de Caná", celebración que duró días; la "Cena en casa de Leví", que quedó representada -aunque de un modo anacrónico- en un gigantesco lienzo, por el pintor Paolo El Veronese, Jesús se hospedaba en las casas de familias muy adineradas, como la de Zaqueo, hombre muy rico, jefe de los publicanos, o la de Lázaro. ...
Jesús nunca conoció ninguna limitación, no tenía conciencia de pobreza; por eso, ante la escasez, precipitaba alimentos, como en la multiplicación de los panes y en las "Bodas de Caná" cuando convirtió el agua en vino.
Fragmentos del libro "Jesús El Cristo" de Rubén Cedeño publicado por Editorial Señora Porteña
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