Shamballa se ha establecido y se sostiene por medio de la relación facilitador-estudiante; por eso es muy beneficioso y tener, de por vida, el contar físicamente con alguien que revele –con su propia vivencia, vos y consejo- las formas de contactar el “Ser Interno”, cómo vivir de acuerdo a los “¨Principios de la Existencia” y la manera de desenvolver los “Aspectos de la Totalidad de la Vida”. Para cada uno, ese ser es más grande que uno de esos “Maestros de Sabiduría”, ya que hace más que cualquiera de Ellos; es más importante que cualquier otra persona, aunque no se lo reverencie.
Con todo lo que se pueda amar y reverenciar aún “Maestro de Sabiduría”, ese mortal imperfecto que revela la “Enseñanza Eterna” hace más que cualquier Ser perfeccionado. El que revela la Enseñanza jamás será más que un “Maestro de Sabiduría”, pero “Ellos”, antes de aceptar a alguien como estudiante, se informan –como garantía- de la relación que este ha tenido o tiene con la persona que le reveló la “Enseñanza Eterna”. De acuerdo con esto, es aceptado o rechazado, por cumplimiento del Principio que enuncia: “Como es arriba es abajo”. Así como fuiste fiel, lo serás; y así como traicionaste, traicionarás. Esa es la carta de presentación de toda persona que aspira a trabajar como “Agente de Shamballa”.
Cualquiera dice amar, serle fiel y seguir a quien nunca ha visto, esto es lo que hacen algunas personas cuando aseguran seguir a un “Maestro de Sabiduría” que solo conocen a través de una foto o por las palabras que aparecen en un libro de su autoría. Casi siempre, la gente se hace fantasías acerca de los “Maestros de Sabiduría”, a quienes nunca ha visto ni tratado, pero esto es producto de la imaginación.
Los “Maestros de Sabiduría” no son lo que la gente, en sus fantasías, se imagina, ni tampoco las descripciones que de Ellos narran las páginas de un libro. Nada es lo que nos imaginamos; mucho menos cuando se trata de personas o seres que nunca hemos visto ni tratado.
Generalmente, el que facilita la “Enseñanza Primordial” es alguien imperfecto; pero eso no importa, nada ni nadie obliga a seguirlo o reverenciarlo; aunque la ley del amor invita a amarlo, reconocerlo y respetarlo dondequiera que esté.
Extraído del Libro “SANAT KUMARA”, de Rubén Cedeño.
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