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AUTO-PREPARACIÓN

LA PRESENCIA DE DIOS ESTÁ ESPERANDO


La Presencia De Dios está esperando la oportunidad de servir de ti y a través de Mí.

El hermoso, Amoroso y Todopoderoso Padre de la Vida se mantiene constantemente en actitud de escucha; de ese modo, cuando es invocado, Él responde haciéndose presente con su Poderosa Presencia a través de instrumentos creados y preparados por Su Amor como el Cáliz de su Ser.


Amados Hijos del Padre, si tan solo sus ojos pudieran ver cuán próxima está la Sagrada Presencia cuando sus inocentes formas se levantan de la cama y colocan los pies en el sendero del día, ¡comprenderían la falta de consideración de sus personalidades al dejar a esta Presencia esperando! Bajo la presión de cosas sin importancia, a veces pasa un día, una semana o toda una vida ¡mientras la Presencia de Dios continúa esperando la oportunidad de llenar su Copa con Gratitud, con Paz y Sanación!


Al principio de Mi propia existencia, aprendí que la Poderosa Presencia sostenía Mi insignificante “yo externo”, y el Amor de la Santa Madre por su Hijo Bendito hizo que comprendiera, que la ternura de María por el Niño Jesús era solo una expresión limitada del Amor del Padre hacia Mí, y hacia todos los hermanos y hermanas que corren como hormigas sobre un camino de miseria y dolor creado por ellos mismos.


Disfruté la dicha de elevar Mí alma, Mi corazón, Mi ser hacia el Omnipresente Amor personificado en la Presencia de Dios, que esperaba Mis pensamientos, Mi llamado, Mi silenciosa invocación, para que su Gran Sabiduría pudiera dirigir las huellas de mis sandalias, y me convirtiera en un "Hermano de Paz”.


Cuando la Presencia de Dios llenó mi Copa con el poder de la sanación para aliviar las heridas de odio de la humanidad, mi alegría y libertad fueron tan grandes que Mi corazón estuvo a punto de estallar, y me apresuré con mis pies alados para llevar la Copa a los sedientos; cada mañana se convertía en una nueva alegría, porque la Presencia de Dios siempre tenía un regalo exquisito y especial para los hijos de los hombres, y Yo, el más humilde e indigno entre ellos, con las manos sucias y el alma ensombrecida, podía llevar esa Copa a mis hermanos. Mi vida, entonces, se convirtió en éxtasis, y una Gran Paz descendió sobre Mí, porque mi alegría fue bañada con la fragancia del Amor y la emanación que viene de la felicidad de ser ¡un Mensajero de Dios!


En los relatos que atesoran la gloria alrededor del nombre de “Francisco” (de Assisi) se hallará repetidas veces que la Presencia de la Paz es una fuerza más poderosa que las armas, el rencor, el poder o la injusticia; porque la Presencia de Dios desea siempre y por encima de todo, establecer la Paz en los Hijos de los hombres, en sus corazones atribulados, en sus mentes perturbadas, en sus cuerpos torturados.


Donde prevalecía la necesidad de Paz, Yo sabía que la Presencia de Dios esperaba con los brazos extendidos para derramar Paz cuando de la invitara. Yo sabía, cada vez que me acercaba al lecho de un enfermo, que mucho antes de mi llegada, la Presencia “Yo Soy” del aquejado y la Mía estaban esperando, cuidando al enfermo como la Madre de Cristo cuida a su Hijo, y con solo reconocer la Presencia de Dios, Yo sentía fluir desde esa Presencia, la respuesta a las necesidades de ese momento.


Por lo tanto, hijos míos, continuando a través del velo de la experiencia humana, recuerden, cuando sus pies toquen el piso cada mañana y su cuerpo comience el aseo diario, que la PRESENCIA DE DIOS está esperando para llenar el día de ustedes con la plenitud de “Dios mismo”, si escogen invitarlo.


Recuerden, cuando se hallen angustiados, con carencias o limitaciones de algún tipo, que la Presencia de Dios está esperando para comunicarles la respuesta a cada uno de sus requerimientos en particular, si ustedes eligen aceptar la Presencia de Dios e invocan Su ayuda. ¡En este momento, la PRESENCIA DE DIOS está esperando bendecir a cada uno de ustedes con la Paz, y Yo invoco esa Presencia para que los llene con esa Paz ahora!



Extraído del Libro “SABIDURÍA DE LAS EDADES”, de KOOT HOOMI.

Editores: Rubén Cedeño y Fernando Candiotto.





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