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YO ERA TILOPA

Naropa era un gran erudito de la Universidad Espiritual de Nalanda, en la India. […]


Naropa abandonó la Universidad de Nalanda para buscar a Tilopa, pero buscándolo sin encontrarlo, ya no le que quedaban fuerzas y quiso desistir; entonces escuchó una voz que le decía: “DESISTIR ES OBRA DEL DEMONIO. SI NUNCA DESISTES, ENCONTRARÁS AL MAESTRO CON LA ESPIRITUALIDAD Y EL AMOR COMPASIVO QUE ANDAS BUSCANDO”.


Esto significa que en la búsqueda del desenvolvimiento espiritual o el Maestro, uno no se puede desanimar, desilusionar, ni debe desistir. A partir de ese momento, cada circunstancia en la búsqueda del Maestro Tilopa, por parte de Naropa, se convirtió en una Suprema Enseñanza en el camino a la Iluminación. Lo primero era dejar de lado los deseos que le pudieran sobrevenir de desistir.

Naropa dejó de lado todo posible deseo de abandonar el camino emprendido, y perseveró hasta el final, siempre muy diligente.[…]

SUICIDIO


Naropa pensó que nunca iba a desenvolver su espiritualidad y a encontrar a su maestro en esta vida, así que planeó matarse. Tomó un cuchillo, se lo puso en el cuello y, en ese momento, Tilopa se le apareció y lo detuvo. Naropa, lleno de devoción, le preguntó, llorando desesperado, por qué no había aparecido antes y por qué no había sido capaz de verlo. Tilopa le dijo a Naropa: “Desde el momento en que empezaste a buscarme siempre estuve contigo. Todas las personas que conociste eran yo mismo. Yo era la mujer leprosa, el perro bravo, el viejo con la mochila, el asesino, el cazador y el falso maestro. Pero si no me reconoces en ellos, los auxilias y los adoras a ellos como si fueran yo mismo, es porque no estás preparado para la Verdadera Espiritualidad y para desenvolver la Iluminación. Así como los rechazaste a ellos, me rechazaste a mí. Así como los aceptas y comprendes a todos, me recibes a mí. De nada sirve toda la erudición de los libros espirituales que leías en la universidad, y mucho menos saber la interpretación de los mismos, si no tienes Amor Compasivo”.


Así que tengamos cuidado, que Dios, el Santo de nuestra devoción, nuestro Maestro, está dentro de aquella persona que rechazamos, el más bajo, el más indeseable, como puede ser el que limpia el parabrisas del auto o hace maromas en el semáforo, en aquel que azuzamos con nuestros reclamos y llamadas de atención, en aquel a quien acusamos de defectos, en el enfermo, el moribundo, el necesitado. Esto nos mueve a tener “Amor Compasivo” por todos los seres humanos. La Madre Teresa de Calcuta vio al Maestro Jesús, a su Maestro, a Dios, en el pordiosero y en el que se muere de hambre en el camino.


Extracto del Libro “COMPASIÓN INFINITA” de Rubén Cedeño.



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