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VIRGEN DE SALAMINA FANEROMENI - POR RUBÉN CEDEÑO

VIRGEN DE SALAMINA FANEROMENI

Rubén Cedeño Salamina, 23.12. 2014


Aunque íbamos en un moderno ferry atravesando el estrecho que separa Atenas de la isla de Salamina, llevando nuestro auto para poder desplazarnos dentro de los lugares que necesitábamos visitar, creo que todos los que íbamos, desconectamos nuestras mentes de la modernidad que nos beneficiaba. Retrocedimos en el tiempo a la época de la Batalla que aquí se celebró en aras de la libertad de los griegos, la protección de la cultura occidental, la “Paideia”, la filosofía, los templos de los Dioses y los Maestros. Hacía mucho frío que con la velocidad del ferry se multiplicaba, pero el sol mañanero brillante y claro nos inundaba de luz por fuera y por dentro, nos daba calor, energías y deseos de cumplir la misión planificada para ese día.

Llegamos al monumento que conmemora la batalla de Salamina, que está colocado en una especie de cabo en el lugar exacto en que unos brazos de mar se unen y donde atacaron los persas y vencieron los helenos. Esa batalla fue decisiva para la expansión de nuestra cultura actual. Fue inevitable que las lágrimas nos brotaran durante la grabación, a pesar de los 2500 años del suceso. Era como si de repente todo el cúmulo de amor y agradecimiento a esos valientes soldados se resucitara y ellos hubieran estado presentes allí en persona para decirles: “GRACIAS”.


Y no solamente eso, sino que el espíritu del Maestro Serapis Bey, ya desencarnado para ese momento de la batalla, así como hace años, veló desde el “más allá” incisivamente para que se diera el triunfo de los Helenos, parecía que hoy nos estuviera mirando en ese lugar, donde del triunfo de esa batalla dependía que “Él” volviera a encarnar como Fidias a realizar la tremenda obra que realizó embelleciendo Atenas y gran parte de Grecia.

Del lugar de la batalla, nos fuimos en el auto al Convento Ortodoxo donde se venera el milagroso icono de la Virgen de Faneromeni, que sincretiza a la “Ninfa Salamina” Guardiana Silenciosas de la Isla. Allí, al apenas entrar a una construcción aparte de la gran iglesia, una monja griega que no hablaba castellano, muy gorda, vestida de negro y de aspecto un poco descuidado nos recibió y enseñó la imagen de la milagrosa Virgen. Había que acercarse a esta imagen, cargada de siglos, de devoción de mucha energía, su rostro ya no se distinguía de tanta antigüedad. A “Ella”, como la Ninfa Salamina, se le debe el milagro de haber ganado la Batalla que allí se celebró. Tenía que agradecerle el viaje y estar allí y lo hice.


La monja velaba con estricto cuidado que no tomáramos fotos ni grabáramos videos. La monja se encantó con mi persona a quien confundió con un sacerdote y robándole toda su atención, me valí de esto para distraerla lo suficiente para que el equipo de grabación pudiera hacer lo suyo y pidiéramos traer para mostrarle a los grupos, estos escondidos y valiosos tesoros que oculta la isla de Salamina.

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