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CONNY MÉNDEZ Y MI ENCUENTRO CON ELLA - POR RUBÉN CEDEÑO

Libro "Memorias Metafísicas".

45 años de Rubén en la Metafísica.

So pretexto de hablar con Lastenia llamé a su casa y me atendió su abuela, la propia Conny Méndez, ya que ambas vivían juntas. De inmediato le pedí a Conny que me enseñara Metafísica. Ella me mandó a una clase con una maestra que no me gustó, y al finalizar esa actividad, llamé a Conny y le dije: “Si no estudio Metafísica contigo, no quiero estudiar con nadie”. Conny Méndez me contestó: “No digas eso nunca más. ¿Qué vas a hacer ahora?” Y le respondí: “¡Nada!” Conny me dijo: “Entonces venite a mi casa para que hablemos”.

Sucedió lo que quería: ir a hablar con Conny Méndez personalmente. Colgué la bocina del teléfono y emprendí el trayecto hacia donde estaba Ella, sin saber que era hacia el inicio del Plan Divino que la vida me tenía reservado, para lo que había nacido.Ya conocía la casa de Lastenia, puesto que en varias oportunidades había estado allí estudiando solfeo con ella y con los compañeros de la clase; una noche, Lastenia y su esposo nos habían invitado a mi hermano y a mí, a un agasajo que le ofrecían al eminente guitarrista venezolano Alirio Díaz, en el que cantamos acompañados por él; por cierto, él ha sido uno de los mejores intérpretes del “Concierto de Aranjuez” en el mundo.

Esa noche fue muy celebrada, porque después aparecimos en una reseña en el periódico.Me bajé del auto en la esquina de la Avenida Miranda con la Calle Mohedano de Chacao, y comencé a subir la calle. Como era de tarde, el Monte Ávila que siempre refulge de verdor, esta vez estaba bañado de visos dorados y violetas que el Sol le regalaba. Había tal magia en todas las cosas, que casi no me las podía explicar; mi mente sólo repetía continuamente una cosa: “Voy a conocer a Conny Méndez”. Esto era para mí lo más fantástico que me podía suceder desde que había nacido en Caracas. Bueno, era natural tener toda esa emoción; Conny Méndez era la artista venezolana que más admiraba y quería, y también la autora de un libro con una enseñanza que me fascinaba. Con todos estos pensamientos, ya había llegado a la Quinta “El Jabillo”, que abarcaba toda una esquina, ostentando un inmenso paredón pintado impolutamente de blanco.

Toqué la puerta, y al rato salió una doméstica trinitaria muy morena, con un uniforme impecablemente blanco que contrastaba con el color de su piel y hablando castellano con acento de un inconfundible ingles caribeño. Al decirle que venía a ver a la Señora Conny Méndez, me hizo pasar de inmediato a una sala muy hermosamente decorada en una maravillosa armonía de colores pasteles en muebles, adornos y alfombra; parecía una de esas casas caraqueñas de principios del siglo XX.

AL FIN LA VI

Solo y meditabundo en aquella sala de la Quinta el Jabillo, ansiaba el momento en que Conny apareciera por el amplio arco de la puerta principal del recibidor. Al fin se presentó, y me sorprendí al ver que era chiquitica. Estaba vestida totalmente de blanco y con una flor de oro cochano engarzada en el vestido a la altura del cuello, en el centro del pecho. Su cabello era relumbrantemente blanco-plateado. Al saludarme y sonreír, creció ante mí como El Ávila y su radiación inundó toda la sala, dándole una especial vida a las cosas. Era Conny.

Al fin podía ver a Conny. Había esperado 17 años –la edad que tenía– para conocerla, y allí estaba la persona que buscaba y que iba a cambiar mi vida para siempre. Conny Méndez se sentó en una silla de cuero negro repujado, con espaldar alto y de brazos importantes; los pies no le llegaban al piso, y cruzados a la altura de los tobillos, los balanceaba como si fuera una niñita. Después de hablar esas intrascendencias que siempre uno dice al encontrar a alguien, ella comenzó a darme la primera clase de Metafísica.

CONNY MÉNDEZ Y MI PRIMERA CLASE DE METAFÍSICA

Conny dijo: “Mi enseñanza es la más adelantada que existe en todo el planeta actualmente, porque comienza en el plano mental, y todo lo demás es de allí hacia arriba”. En ese momento, con el dedo índice, Conny se señaló el entrecejo dibujando una línea imaginaria hacia arriba, y continuó: “Todo es mental. Donde está tu mente, allí estás tú. Así que, lo que tú piensas, se manifiesta; si piensas lo bueno, se te dará, y si piensas lo malo, también.

“Dios vive dentro de tu corazón en la forma de una llamita triple que tiene los colores de la Bandera de Venezuela”. En ese momento, levantó tres dedos de su mano derecha, y dijo: “Amarillo, Azul y Colorao. El Amarillo es la Sabiduría de Dios, el Azul es la Voluntad de Dios y el Colorao, el Amor de Dios, y estos tres aspectos de Dios, los tienes tú y todo el mundo en el Universo. Dios dentro de nosotros se llama “El Cristo Interno”, que lo tienes conectado por medio de un cordoncito que te sale desde la cabeza, por donde llaman la cremallera, y se une a tu verdadero ser, que es tu “Yo Superior”. Él es un Ser de Pura Luz electrónica que tiene a su alrededor lo que se llama el “Cuerpo Causal”, que son siete círculos concéntricos, cada uno de un color, representando un aspecto de Dios. El Azul, la Voluntad; el Dorado, la Sabiduría; el Rosa el Amor; el Blanco, la Pureza; el Verde, la Verdad; el Oro-Rubí, la Provisión; y el Violeta, el Perdón”.

Después de casi una hora de clase, donde habló de las Leyes de Hermes y algo sobre los Maestros, buscó el libro “El Maravilloso Número 7” y me lo entregó. No me dio sus dos primeros libros, porque en el Conservatorio de Música “Juan Manuel Olivares”, donde estudiaba solfeo, su nieta me los había regalado, haciéndomelos leer ordenadamente, lo que me había preparado para comprender la clase magistral que Conny me estaba dando.

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